martes, 6 de mayo de 2008

BIOCOMBUSTIBLES
Asesor de la ONU arremete contra biocombustibles
El economista estadunidense y consejero especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Jeffrey Sachs, pidió que Estados Unidos y Europa disminuyan la promoción de los biocombustibles, al sostener que “no tienen sentido” frente a la crisis alimentaria mundial.
“Debemos reducir de forma significativa nuestros programas de biocombustibles, que eran comprensibles cuando los precios de los alimentos eran mucho más bajos y las reservas más grandes. No tienen sentido hoy en día, en condiciones de hambruna mundial”, declaró Sachs en el Europarlamento en Bruselas.
El consejero especial para los Objetivos del Milenio de la ONU vinculó la crisis alimentaria con el alza de la demanda y las catástrofes climáticas, por lo que pidió no responder a este problema únicamente con ayudas de emergencia, sino mediante el apoyo a granjeros en África y en otras regiones de bajos ingresos, para aumentar su rendimiento, mediante la tecnología necesaria.
Consecuencias sobre el medio ambiente
El uso de biocombustibles tiene impactos ambientales negativos y positivos. Los impactos negativos hacen que, a pesar de ser una energía renovable, no sea considerado por muchos expertos como una energía no contaminante y, en consecuencia, tampoco una energía verde.
Una de las causas es que, pese a que en las primeras producciones de biocombustibles sólo se utilizaban los restos de otras actividades agrícolas, con su generalización y fomento en los países desarrollados, muchos países subdesarrollados, especialmente del sureste asiático, están destruyendo sus espacios naturales, incluyendo selvas y bosques, para crear plantaciones para biocombustibles. La consecuencia de esto es justo la contraria de lo que se desea conseguir con los biocombustibles: los bosques y selvas limpian más el aire de lo que lo hacen los cultivos que se ponen en su lugar.
Algunas fuentes afirman que el balance neto de emisiones de dióxido de carbono por el uso de biocombustibles es nulo debido a que la planta, mediante fotosíntesis, captura durante su crecimiento el CO2 que será emitido en la combustión del biocombustible. Sin embargo, muchas operaciones realizadas para la producción de biocombustibles, como el uso de maquinaria agrícola, la fertilización o el transporte de productos y materias primas, actualmente utilizan combustibles fósiles y, en consecuencia, el balance neto de emisiones de dióxido de carbono es positivo.
Otras de las causas del impacto ambiental son las debidas a la utilización de fertilizantes y agua necesarios para los cultivos; el transporte de la biomasa; el procesado del combustible y la distribución del biocombustible hasta el consumidor. Varios tipos de fertilizantes tienden a degradar los suelos al acidificarlos. El consumo de agua para el cultivo supone disminuir los volúmenes de las reservas y los caudales de los cauces de agua dulce.
Algunos procesos de producción de biocombustible son más eficientes que otros en cuanto al consumo de recursos y a la contaminación ambiental. Por ejemplo, el cultivo de la caña de azúcar requiere el uso de menos fertilizantes que el cultivo del maíz, por lo que el ciclo de vida del bioetanol de caña de azúcar supone una mayor reducción de emisiones de gases de efecto invernadero respecto al ciclo de vida de combustibles fósiles con más efectividad que el ciclo del bioetanol derivado del maíz. Sin embargo, aplicando las técnicas agrícolas y las estrategias de procesamiento apropiadas, los biocombustibles pueden ofrecer ahorros en las emisiones de al menos el 50% comparando con combustibles fósiles como el gasóleo o la gasolina.
El uso de biocombustibles de origen vegetal produce menos emisiones nocivas de azufre por unidad de energía que el uso de productos derivados del petróleo. Debido al uso de fertilizantes nitrogenados, en determinadas condiciones el uso de biocombustibles de origen vegetal puede producir más emisiones de óxidos de nitrógeno que el uso de productos derivados del petróleo.

Consecuencias para el sector alimentario
Al comenzar a utilizarse suelo agrario para el cultivo directo de biocombustibles, en lugar de aprovechar exclusivamente los restos de otros cultivos (en este caso, hablamos de "biocombustibles de segunda generación"), se ha comenzado a producir un efecto de competencia entre la producción de comida y la de biocombustibles, resultando en el aumento del precio de la comida.
Un caso de este efecto se ha dado en Argentina, con la producción de carne de vaca. Las plantaciones para biocombustible dan beneficios cada seis meses, y los pastos en los que se crían las vacas lo dan a varios años, con lo que se comenzaron a usar estos pastos para crear biocombustibles. La conclusión fue un aumento de precio en la carne de vaca, duplicando o incluso llegando a triplicar su valor en Argentina.
Otro de estos casos se ha dado en México, con la producción de maíz. La compra de maíz para producir biocombustibles para Estados Unidos ha hecho que en el primer semestre de 2007, la tortilla de maíz -que es la comida básica en México- duplique o incluso llegue a triplicar su precio.
En Italia el precio de la pasta se ha incrementado sustancialmente dando lugar en septiembre de 2007 a una jornada de protesta consistente en un boicot a la compra de este producto típico de la comida italiana. También España registró en septiembre de 2007 una subida del precio del pan causado por el aumento en origen del precio de la harina.

CRISIS ALIMENTARIA EN EL MUNDO

La humanidad nunca ha producido bastantes alimentos para cubrir las necesidades de la poblacion mundial. No eran suficiente los alimentos en el tiempo de cristo, cuando el mundo era habitado por 250 millones de personas, tampoco en el ano 1600, cuando contaba la tierra con 500 millones de habitantes, en 1800 con 1000 millones, en 1927 con 2000 millones, en 1960 con 3000 millones; en 1973 alrededor de 4000 millones. De 2751 millones de toneladas a que monta la produccion vegetal mundial, 824 millones (el 30 o/o), corresponde a los paises desarrollados; 840 millones (el 30,5 o/o) a los paises subdesarrollados, y 1087 millones (el 39,5 o/o) a los paises socialistas y de los 546,4 millones de toneladas de productos de origen animal para la alimentacion humana, el 49,3 o/o o sean 269,6 millones de toneladas son producidas en los paises desarrollados de Occidente; 109,4 millones de toneladas (18,1 o/o) en los paises sub-desarrollados y 167,4 millones de toneladas (32,6 o/o) en los paises Socialistas. Hoy dia, el mundo tiene a su vez, problemas de sub-nutricion y de sobre-nutricion. Asi, un mismo pais posee personas incapacitadas o desminuidas por no ingerir lo necesario, cuantitativa y/o cualitativamente y tambien personas obesas, destinadas a morir prematuramente por efecto de sobre-alimentacion. Las deficiencias energeticas y proteicas constituyen el fondo del problema del hambre en el mundo. No hay crisis alimentaria mundial, sino crisis alimentaria de las regiones tropicales de la tierra.


Entre los años 2030 y 2050 habitarán el planeta diez millones de personas: más de diez veces la población mundial a comienzos de nuestro siglo y casi el doble de la actual. Para mantener lo niveles de nutrición de hoy, deberíamos duplicar la producción de alimentos en los próximos cincuenta años. ¿Es esto posible? Aunque hay discrepancias entre los expertos, se puede afirmar que -desde el punto de vista puramente agronómico- no hay limitaciones serias para hacerlo.
Existen dos caminos: a través del aumento de la superficie cultivada y del incremento de los rendimientos de cultivos en las zonas ya bajo labranza. Ambas vías son posibles, si hay suficientes estímulos financieros y si se fortalece la investigación agrícola, sobre todo en el área del uso sustentable de los recursos naturales. De hecho, a partir de las tecnologías de la llamada "revolución verde", la producción agrícola por persona creció en más de 2 por ciento anual durante los últimos 25 años. La pregunta es, sin embargo: ¿por qué persisten la malnutrición y el hambre, aún en países desarrollados, si somos capaces de producir alimentos?

Sólo una cifra estadística
Un error común en este debate es el cálculo de cuánto alimento se produce. Suele hacerse dividiendo el total de la producción para el total de la población. Este cómputo indica que en estos momentos estamos en capacidad de alimentar con una dieta vegetariana básica a más de siete mil millones de personas, de decir, mil 500 millones más de las existentes hoy. Pero se trata sólo de una figura estadística que da una idea vaga de la realidad. Para entender el problema alimentario, hay que hacer un análisis en términos locales y no globales. La capacidad local de producción de alimentos varía de región a región y de país a país.
Entre 1986-88, de 213 países, 99 producían menos del 100 por ciento de sus necesidades, 41 de ellos en África al sur del Sahara y 27 en América Latina. Una manera de medir el nivel de acceso a los alimentos de una región constituye el Ingreso Energético por Persona (IEP). La región con el mayor IEP es América del Norte con 3 mil 600 calorías/persona/día, mientras la zona al sur de Sahara sólo tiene dos mil noventa y nueve, es decir, 49 por ciento menos calorías. Y dentro de un país, hay contradicciones: pese a su alto IEP, Estado Unidos, por ejemplo, registra 13 por ciento de desnutrición.
El acceso a una alimentación adecuada depende de una serie de factores: la existencia de alimentos ya sea por producción propia o en el mercado, la capacidad adquisitiva de la familia, el consumo y/o cultivo de una dieta balanceada, la forma de preparación de la dieta que depende factores culturales y finalmente, el nivel de salud, edad y actividad de las personas. De estas variables, la capacidad adquisitiva o, en otras palabras, el nivel de pobreza es el factor determinante de la desnutrición. Porque no se trata de un problema de producción sino de equidad en el ingreso. La seguridad alimentaria del mundo está ligada el nivel económico de los países y de los individuos. Allí donde no sea rentable, la agricultura será de susbsistencia y de bajo rendimiento; mientras donde logre atraer los capitales necesarios, será eficiente y productiva.
A nivel global, debido a la apertura económica y la agresiva competitividad, se registra una reducción de las inversiones agrícolas y una tendencia a la producción exportable, que sólo contribuye a la seguridad alimentaria de forma marginal. Esta liberalidad a ultranza puede conducir también a una explotación inmisericorde de los recursos naturales. Debido a la crisis ambiental, muchos ven el futuro con pesimismo.
Desde el punto de vista agronómico, existen graves problemas: la erosión del suelo, la salinización de tierras de regadío, las plagas agrícolas, la contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad y de servicios ecológicos, etc. Aunque colectivamente representan amenazas a largo plazo para una agricultura sostenible, ninguno de ellos pone en peligro inmediato la seguridad alimentaria.

Tres principios
La duplicación de la producción agrícola no resolverá la desnutrición ni la pobreza nutricional en el mundo. Producir más no es suficiente. Debemos encarar la pobreza y la distribución más equitativa del ingreso. Tenemos que aplicar tres principios. Primero, promover la integridad ambiental, es decir, no erosionar los suelos, reducir la deforestación, eliminar la erosión genética y otros problemas similares. Luego, apostar a la eficiencia económica y así mejorar los ingresos de los agricultores sin aumentar los costros de los productos. Y en tercer lugar incrementar la equidad, para que todos accedan a los beneficios del desarrollo económico. El futuro de la seguridad alimentaria es incierto, como todo futuro. Pero debemos tener confianza. Los seres humanos rara vez resolvemos los problemas en forma óptima o totalmente racional, pero de una u otra manera nos arreglamos para sobrevivir y mejorar nuestra condición. Creo que seguiremos el mismo camino con la seguridad alimentaria


LA GLOBALIZACIÓN
La globalización es un término que guarda estrecha relación con la palabra integración (integración de países, regiones, mercados, economías, costumbres, etc.), y es un proceso que se ha venido dando a nivel mundial, en el cual muchos de los aspectos de la vida humana de unos lugares se ha ido relacionando e interconectando con los de otros y, en general, con el mundo entero.
Desde el punto de vista económico, la globalización ha sido promovida a través de la disminución de las regulaciones en los mercados, las transacciones de dinero, los acuerdos de libre comercio, la creación de bloques económicos y/o mercados comunes entre países y regiones, entre otros.
Este proceso de integración mundial ha tenido tanto seguidores como críticos. Por un lado, integrar la economía de un país con la del resto del mundo permite abrir nuevas oportunidades de crecimiento al país, nuevas fuentes de recursos, mayor comercio internacional, nuevos destinos para los productos nacionales, entre otros beneficios; igualmente, permite encontrar en el exterior productos que pueden ser utilizados en la economía nacional y que pueden representar un beneficio, mientras que, a nivel internacional, permite el desarrollo de instituciones comerciales internacionales, sistemas de producción integrados, etc. Sin embargo, cuando las economías están muy integradas, se corre el gran peligro de sufrir los efectos de situaciones que se presenten en otros lugares sobre las cuales no se tiene ningún control. Estas situaciones críticas pueden traer beneficios pero también pueden generan efectos desastrosos, no solamente en el lugar del problema sino en otros países y regiones, provocando desajustes, crisis e inestabilidades de gran magnitud.
Este gran peligro ya ha mostrado sus consecuencias en el mundo. La crisis asiática fue uno de los acontecimientos más grandes que puso en evidencia los peligros de la globalización: en algunos países asiáticos que presentaron gran crecimiento temporal, las inversiones disponibles después de un tiempo dejaron de ser tan rentables, produciéndose una desaceleración de la economía que desincentivó la inversión, generándose fugas de grandes recursos hacia otros destinos, con graves consecuencias para los socios comerciales de estos países. Por ejemplo, el sector financiero japonés tenía invertido aproximadamente el 40% de su cartera en el sudeste asiático; al sobrevenir la crisis, la quiebra de corporaciones e instituciones fue masiva, con terribles efectos para los habitantes de estos países y los de otros en los cuales estos bancos hacían presencia, incluyendo el propio Japón.
La tecnología ha sido un factor fundamental en el proceso de globalización: el avance en las telecomunicaciones, en los sistemas de información, en la interconexión entre personas alrededor del mundo ha permitido que el comercio y los recursos, se movilicen, redireccionen o reinviertan rápidamente. Por lo tanto, si se presentan oportunidades en uno o muchos lugares, la distancia ya no es un impedimento para acceder a ellas; de la misma forma, cuando se presentan peligros inminentes, se puede lograr la rápida salida de los recursos de ese lugar sin importar lo lejano que esté.
Las políticas económicas de los países han tenido que tomar nuevos rumbos con el fin prever las anteriores situaciones e implantar mecanismos para contrarrestarlas. Algunos de estos mecanismos afectan las finanzas nacionales porque implican recortes presupuestales en inversión social para destinar recursos a estos nuevos propósitos. Como consecuencia, se ve afectando el nivel de vida de los habitantes.
El proceso de globalización no es únicamente económico, en muchos campos (culturales, ambientales, etc.) también se ha desarrollado con aspectos positivos y negativos; sin embargo, siendo éste un sistema cada vez más predominante, es necesario que se encamine hacia la búsqueda del bienestar humano, hacia la búsqueda de soluciones a los problemas y necesidades sociales y económicas de las naciones y del mundo en general.